A todos nos ha pasado tener claridad y certeza de algo que queremos lograr, aprender, desarrollar, pero por misteriosas razones no lo hacemos.
Todos los días enfrentamos esas situaciones en cosas significativas y poco relevantes. Por ejemplo, podríamos decir que algunos hacemos un graaan esfuerzo por no procrastinar, y mientras más estresados estamos la situación más se nos escapa de las manos. O tratamos de escuchar más a otros para buscar soluciones conjuntas, pero cuando estamos contra el tiempo esto se convierte en un obstáculo.
Si lo miramos desde el liderazgo, hay muchísimos modelos que hablan del estilo de liderazgo que hoy se necesita en las organizaciones para lograr una mayor efectividad personal y del equipo. La colaboración, la innovación, la flexibilidad, el ser “jugador de equipo”, la capacidad de movilizar a otros para el logro de los resultados, etc, son habilidades que todos “sabemos” que tenemos que desarrollar en nosotros mismos y en los equipos a los que pertenecemos… pero seguimos haciendo lo que sabemos hacer y nos ha servido hasta hoy.
Y aquí vienen las clásicas respuestas a eso; la zona de confort, la resistencia al cambio, la dificultad para aprender algo nuevo, el esfuerzo que eso significa, etc. Y en los peores casos, incluso llegamos a pensar que los cambios no ocurren porque las personas son flojas y no quieren poner el esfuerzo que eso significa, o no les importa tanto como dicen y por eso no avanzan en la dirección establecida. Pero vuelve a ti; a pensar en esas veces que no lograste algo que querías ¿Fue porque flojeaste de más? ¿Por qué esa comodidad de la zona de confort te retuvo?
Dave Gray plantea en su libro “Pensamiento Liminal: Crea el cambio que quieres, cambiando la forma en que piensas”, que nuestra dificultad para hacer algo nuevo, cambiar y aprender se instala con fuertes raíces en nuestras Creencias. Y que ese sistema de creencias cuando es compartido (cómo en una organización), incluso se convierte en “la única forma posible”.
Por ejemplo, en Desarrolla Más creemos que las personas podemos aprender de cualquier experiencia. Esa creencia hoy es una “verdad” para nosotros y hasta ahora nos ha servido mucho para desafiarnos a repensar siempre nuestra manera de trabajar en las organizaciones y generar experiencias significativas. ¿Pero que tal si la cuestionáramos? ¿Si dejáramos “entrar” perspectivas distintas que nos mostraran otras formas posibles? ¿Podríamos mejorar nuestro quehacer? Probablemente sí.
Si lo miramos desde lo individual, si una de mis creencias es que necesito gestionar la mayor cantidad de cosas y que no haya sorpresas que se salgan de mi plan, mi capacidad de innovar va a ser muy pequeña. O si creo que tengo que caerle bien a los demás para ser parte del equipo, no podré dar feeedback honesto y cuidadoso para que mejoremos en nuestro resultado colectivo.
Las Creencias determinan nuestras decisiones, determinan nuestra acción y lo que es posible o no para cada uno de nosotros.
Te invitamos a mirarte, a pensar en esas creencias que a lo mejor hoy te están poniendo un límite que ya “se corrió” o que no te están permitiendo escuchar otras voces. Pregunta, activa tu curiosidad para saber cómo lo hacen otros, en otras empresas o equipos, ¡tal vez te sorprendas!.